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Terroir de altura

Terroir de altura

Terroir de altura

No era un grupo fácil. Aparte de sus cargos y los conocimientos que se supone atesoran asociados a los mismos, había experiencia en otras materias. Geología y patrimonio en el caso de la Directora General de Turismo de Aragón. Marketing y comercialización en la Directora General de Promoción Alimentaria y la Vicepresidenta de la Asociación Provincial de Hostelería y Turismo de Huesca. Y alto conocimiento, sobre el mundo del vino y la historia de la gastronomía, en general, del Presidente de los hosteleros altoaragoneses. Pero José Ferrer es un auténtico “todólogo”. No al estilo del anuncio que tanto está triunfando este verano, sino en el mejor de los sentidos (los cinco). Lo mismo piensa en hacer los mejores vinos de España, que gerencia una bodega de la que dependen decenas de familias, que crea su estrategia para vender hidrógeno. Y todo con normalidad, porque tampoco duda en ponerse su mejor traje; el de faena en el campo, conduciendo una furgoneta en zapatillas, con la intención de mostrarte unas viñas de más de 80 años y desde más de 800 metros de altura.

Esta bodega del Somontano recibe, acoge y da cariño desde el primer momento. Joaquín es maestro es esas lides. Una figura fina, que pasa desapercibida, sin hacer ruido, pero que hace mucho mejor al equipo. Al estilo de esos futbolistas que tanto aman sus entrenadores. Viñas del Vero, Blecua y Secastilla; perfecto compendio de vinos y espacios.

Viñas del Vero nace en 1986 y ya en 1989-90 da los frutos de su primera cosecha. Secastilla, lo hará un poco más tarde, justo a la entrada del nuevo milenio, aunque en esa tierra ya se hacían vinos desde hace más de 2000 años. Lo atestigua la historia, las ánforas y los utensilios que se han encontrado. Se cultivaba allá donde había condiciones. Y aquí están las perfectas. Secastilla ha sido tradicionalmente tierra donde la uva garnacha era la protagonista; esa de sacar en ocasiones especiales y otras fiestas de guardar. Tres tipos de suelo dan otros tantos vinos. Diferentes y a la vez magníficos. Canto rodado para el Secastilla. Tierras limosas para la exitosa Miranda de Secastilla. Y terrenos arcillosos para la siempre apetecible garnacha blanca. Esta zona da el único vino de pago del Somontano y que destaca aquellos caldos cultivados en suelos, climas y variedades específicas y sobre todo, muy vinculados al terruño.

José coge las empinadas cuestas en primera y maneja la furgoneta por caminos estrechos que van a dar a los viñedos de más altura. La uva muestra a estas fechas un cierto grado de madurez, una piel tersa y una dulzura magnífica en boca. Un anfiteatro en la que las cepas hacen de espectadores se muestra a los desconocidos visitantes, artistas por un día en este escenario de rolling stones. Cepas orientadas al norte, este y oeste dan grandes expresiones a este especial Secastilla. Pero lo verdaderamente importante es el terroir; manido palabrerío utilizado por los que saben de vinos… y los que no saben tanto. El terroir (terruño) destaca las condiciones diferentes del suelo, las variedades autóctonas y el crecimiento de la uva, junto al desarrollo humano. La vinculación al territorio. Ese es el verdadero terroir y en donde Secastilla es verdadero ejemplo. Una tierra en las que las mujeres (caso raro, prácticamente único, por desgracia) son las que han heredado estas hectáreas de viñedo. Viticultura extrema. Altura de miras. Verdadero interés por la tierra. Lucha por el mantenimiento de la cultura, la sociedad y la economía local desde cada copa de vino, como las que ha preparado Sergio y que junto a la brisa que corre, cura esta calurosa mañana de agosto. Si esto no es placer. Si esto no es luchar contra la despoblación.

Con el estómago más feliz y el orgullo por las nubes, se toma el camino a la inversa para llegar a Blecua visitando desde el coche otras industrias locales y pasando por otras bodegas. ¿Competición? Solo en parte. En Somontano hay competencia sana. Y un ejemplo de ello es el festival que se recupera en estas fechas en Barbastro. Un regalo para la provincia.

En Blecua esperan otras sorpresas. Empezando por un álbum de fotos que muestra la evolución de esa casa colonial, con reminiscencias renacentistas. Abandonada en 1927, un grupo de mesaches vinculados ya al mundo del vino, pensaron: “vamos a ver si somos capaces de elaborar el mejor vino de España”. Jóvenes, valientes y conscientes, como han podido demostrar los años. José presume de bodega. Es un vino de enólogo, del que sale una selección de unas 5 000 botellas al año y para las que se utilizan unos 80 000 kilos de uva. Vinos puros; “caprichosos” como califica en la cata de una barrica de Blecua que, en el mejor de los casos, estará en la calle en 2030.

El tinto invita a seguir elevando el espíritu que se encarga de ensalzar Rafa Abadía. Maestro de maestros en la sala desde hace varias décadas, desde ese templo del vino y la gastronomía que es las Torres en Huesca. La mesa y los contertulios siguen sacando el orgullo patrio y empiezan a fijarse algunos proyectos e hitos: promocionar más, mejor y de manera más conjunta. Mirando de frente a los mejores. Sabiendo donde estamos, pero hacia donde queremos ir. Eso es Aragón. Una tierra que aspira a crecer sin dejar de mirar a la tierra. Hay profesionales. Hay talento. Hay producto, vino y buen hacer en los fogones. Y ahora hay un Centro de Innovación Gastronómica abierto a todas las personas que ha venido para “ayudar a aquél que tenga una idea y a ponerla en valor”, como afirma Carmelo Bosque y que se muestra con entusiasmo a las directoras generales de turismo y alimentos de Aragón.

Un proyecto que sale de la tierra; como estas viñas. Con humildad, pero sin temor a nada. Un proyecto pequeño en magnitud, pero ambicioso en espíritu. Un proyecto que al igual que estas bodegas, que estos vinos del Somontano, es de altura. Y sobre todo de terroir.

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